27 de maig 2006

Philip K. Dick parla dels impostors


Són els anys en què l'escriptor Philip K. Dick viu a Hcienda Way, a començaments dels 70, abans de la crisi mística. Casa seva és punt de reunió de freaks. Han anat a veure el Planeta del simis. És l’hora del seu xou. Diu:

“Sembla que no existeixen només impostors, sinó que també existeixen impostors falsos. En vaig veure un a la tele explicant que ll era un impostor famós arreu del món. S’havia fet passar per un gran cirurgià de l’escola de medicina John Hopkins, per un físic de Harvard, per un novel•lista finès premiat amb el Nobel. De literatura, per un per un president argentí retirat casat amb una estrella del cine...”
“I mai ningú no va descobrir-lo?” Li demana algú.
“No, t’he dit que era un impostor fals. El tipus mai havia suplantat ningú. Treballava d’escombriaire a Disneyland fins un dia en va llegir un article sobre un famós impostor, i es va dir: Merda, jo també podria fer-me passar per tots aquests tios tan estranys i fer el mateix que fan ells. Però després va rumiar-hi i va pensar: Per a què fer-me tant mala sang? L’únic que faré serà fer-me passar per un altre impostor. I així va fer una fortuna. Quasi tan gran com la de l’impostor autèntic de fama mundial. I pot ser que ara hi hagi gent que es faci passar per ell”

Hi ha una versió de la crisi mística segons el dibuixant Robert crumb aquí

1 comentari:

Anònim ha dit...

No me resisto a ponerte el argumento de una peli de Dino Risi con Vittorio Gassman que cita un sociológo americano (Erving Goffman) hablando de su teoría del encuadre, o del marco, de como cuando cambia el contexto cambia el sentido (nada nuevo, pero en su momento tuvo cierta notoriedad) de su libro (Frame analysis) saco este resumen:
"En la película Il Mattatore, el protagonista, un criminal retirado que lleva una vida conforme a la ley, con un trabajo legal, una
esposa y un bonito piso nuevo, le abre la puerta a un vendedor
ambulante de aspecto sospechoso que le ofrece un candelabro por
un precio irrisorio. La pareja y el vendedor atentan de forma tácita y conjunta contra el orden establecido al regatear por un artículo probablemente robado. El núcleo de la escena es pues un
regateo, pero ha sido enmarcado de tal modo que las dos partes
sepan tácitamente que se trata de la venta de un objeto robado.
Entonces, la pareja va a buscar el dinero a otra habitación, vuelve y compra el candelabro. Pero entretanto, el vendedor ambulante ha sustituido el candelabro por una copia. El protagonista,
también un as de la estafa, no muerde el anzuelo y desenmascara
al vendedor Una vez más, los tres personajes parecen compartir
el mismo marco de referencia; las fabricaciones que podían sembrar la discordia se han descartado. Tras desenmascararlo, el protagonista anima al vendedor a hablar de lugares y personas que
ambos conocen puesto que son miembros de la misma comunidad. Con el entusiasmo de la charla, el protagonista revela algunos aspectos comprometedores de su vida pasada. El vendedor se
quita la máscara y lo detiene. En realidad, se trataba de un policía, y la venta falsa era una artimaña. Así, cuando el vendedor
tras ser descubierto regresó a su actividad «franca» y genuina, en
realidad estaba consiguiendo que el protagonista y, desde luego,
su esposa cayeran en la trampa. La decisión de dejar de fingir forma parte así de otro fingimiento. Sin embargo, cuando el vendedor admite por segunda vez que estaba fingiendo, termina la
función y los dos hombres salen del apartamento: el protagonista, esposado, besa con ternura a su esposa por última vez. Pero
cuando llegan a la calle y entran en un coche, los dos hombres
nos muestran que son compañeros y que todo el encuentro no era
en realidad más que una gran maquinación para que el protagonista pudiera liberarse de su vida de orden. Como todo esto forma parte de una película, nos encontramos ante una fabricación
lúdica a la cual los ensayos durante la filmación han añadido otro
estrato» (FA, p 184)


Fdo. A.